Las víctimas mortales y los accidentes en el trabajo no sólo conllevan pérdidas económicas, sino también un incalculable costo en el plano humano, problema que afecta a millones de personas. De ahí que la Seguridad y salud en el trabajo (SST) haya constituido una esfera prioritaria para la Organización Internacional del Trabajo (OIT) desde su fundación.
En 1919, al negociarse la Constitución de la OIT , se aludió específicamente a la SST en su preámbulo: «Es urgente mejorar dichas condiciones [de trabajo]; como por ejemplo,… la protección del trabajador contra las enfermedades, sean o no profesionales, y contra los accidentes del trabajo”.
Poco después de la aprobación de la Constitución se adoptaron medidas concretas. En la primera reunión de la Conferencia Internacional del Trabajo (CIT), tres de las seis recomendaciones aprobadas guardaron relación con la SST, la Recomendación sobre la prevención del carbunco, 1919 (núm. 3) , la Recomendación sobre el saturnismo (mujeres y niños), 1919 (núm. 4) , y la Recomendación sobre el fósforo blanco, 1919 (núm. 6) .
Por lo general, los primeros instrumentos de la OIT tenían como objetivo fomentar la reglamentación de aspectos específicos (por ejemplo, la exposición a materiales o maquinaria que conllevaran peligro) o de determinados sectores industriales (en particular la minería, el sector marítimo, la construcción y el sector productivo). Se hizo hincapié en normas prescriptivas y en la función de los gobiernos con respecto a la protección de los trabajadores.
En la actualidad existen más de 40 instrumentos internacionales relacionados con la SST. Uno de los aspectos más eficaces de dichos instrumentos viene dado por la singular estructura tripartita de la OIT, que permite a representantes de gobiernos, empleadores y trabajadores de los Estados Miembros elaborarlos en pie de igualdad. Esto contribuye a velar para que los Estados miembros de la OIT aborden también cuestiones clave de política social en relación con la SST, en particular los seguros sanitarios y las pensiones. En 1930 se logró otro gran avance mediante el establecimiento de la Enciclopedia de la OIT . Las aportaciones de miles de expertos contribuyeron, en gran medida, a forjar el carácter multidisciplinario de las actividades relativas a la SST.
Después de la Segunda Guerra Mundial comenzó a aumentar el interés en nuevas disciplinas que guardaban relación con la planificación y la gestión de la seguridad. Las nuevas sustancias y los productos químicos que se habían desarrollado dieron lugar a una mayor demanda de estudios y contramedidas. Surgieron nuevas instituciones internacionales interesadas en temas de salud, en particular las Naciones Unidas (ONU) y la Organización Mundial de la Salud (OMS). En 1950, la OIT y la OMS establecieron su primer Comité conjunto sobre salud en el trabajo. La superposición del alcance de la labor de ambos organismos hizo que la OIT dejara de abordar las cuestiones estrictamente médicas asociadas a la SST y pasara a hacer hincapié en las cuestiones de prevención, en el marco de un único programa que abarcara aspectos de seguridad y salud.
En el decenio de 1950, a raíz del proceso de descolonización y del aumento de la cantidad de países en desarrollo que se adhirieron a la OIT, se implantó un programa de asistencia técnica. También se comenzó a elaborar un repertorio de recomendaciones prácticas sobre SST de carácter voluntario.
Tras la catástrofe nuclear que se produjo en Chernóbil en el decenio de 1980, la actitud con respecto a la SST comenzó a evolucionar para fomentar una «cultura de seguridad», basada en la evaluación de riesgos, la prevención y la mitigación, teniendo en cuenta la salud mental de los trabajadores, así como su bienestar físico.
La aprobación de la Estrategia mundial de la OIT sobre seguridad y salud en el trabajo en 2003 puso de manifiesto esa evolución, y contribuyó a que se hiciera más hincapié en la prevención que en la prescripción. El 28 de abril de 2003 se celebró el primer Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo , a tenor de un mayor interés público que suscitaba esta temática.
Pese a ello, cada año se producen alrededor de 2,8 millones de víctimas mortales en el trabajo como consecuencia de accidentes laborales y enfermedades relacionadas con el trabajo, además, se registran más de 370 millones de casos de lesiones. Habida cuenta de ello, la labor en materia de SST seguirá revistiendo tanta importancia para la OIT en su segundo siglo de existencia como en el primero.
La tecnología, la demografía, el desarrollo sostenible, los cambios en la organización del trabajo, los riesgos psicosociales, la tensión asociada al trabajo y las enfermedades no transmisibles, entre otros factores, plantean nuevos retos en la actualidad. Por otro lado, esa evolución brinda oportunidades de mejora, por ejemplo, la utilización de la tecnología para la evaluación de riesgos y la realización de trabajos peligrosos, así como la modificación de los horarios laborales para conciliar mejor el trabajo con la vida personal.
Con objeto de seguir siendo eficaces a lo largo del segundo siglo de la OIT, debemos dar una respuesta más amplia y multidisciplinaria que abarque la sanidad pública, la promoción de una cultura de prevención y la previsión de riesgos. No obstante, un aspecto que no se verá alterado es nuestra labor con respecto a la SST, que al igual que todas las políticas de la OIT, seguirá rigiéndose por el enfoque orientado al ser humano que se recoge en la Constitución fundacional de la OIT.
Por Manal Azzi, Especialista técnica de la OIT en seguridad y salud en el trabajo
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