Una de las condiciones que los empleadores buscan en sus trabajadores es la capacidad de trabajar bajo presión. Eventualmente, la presión se transforma en estrés y hay quienes consideran que esto último es clave para contratar «trabajadores eficientes». ¿Qué de cierto tiene esta lógica?
De acuerdo con el Canadian Centre for Occupational Health and Safety (CCOHS), el estrés es la respuesta natural del cuerpo ante amenazas reales o percibidas. En la actualidad, la mayoría de los problemas que enfrentamos no pueden resolverse con una simple respuesta de lucha o huida. Lo fundamental es buscar soluciones constructivas para gestionar desafíos cotidianos, tanto en el hogar como en el trabajo.
El estrés se manifiesta de manera diferente en cada individuo, dependiendo de cómo reaccionan ante las situaciones que enfrentan. Un cierto nivel de estrés puede ser beneficioso, actuando como una fuerza positiva que proporciona la energía y la motivación necesarias para enfrentar los retos diarios. Es así como los trabajadores pueden cumplir con plazos, objetivos de ventas o producción. Una vez superado el desafío, muchas personas se sienten satisfechas y felices, sin considerar este tipo de estrés como negativo.
Sin embargo, el estrés negativo aumenta cuando las personas sienten que las demandas de una situación superan su capacidad para afrontarlas, lo que puede afectar negativamente en la productividad. La percepción de incapacidad lleva a evitar abordar los problemas, empeorando la situación y aumentando el estrés tanto para ellos como para quienes los rodean. Bajo niveles elevados de estrés, algunas personas pueden encontrar dificultades para concentrarse, tomar decisiones y sentirse seguras, además de experimentar síntomas físicos como sudoración, palpitaciones y tensión muscular.
Los efectos negativos no terminan allí. El impacto del estrés puede extenderse a largo plazo, afectando la salud física. Dolores de cabeza, fatiga y un mayor riesgo de enfermedades son síntomas comunes de estar bajo estrés constante.
Es fundamental reconocer estos signos y adoptar estrategias efectivas para gestionar el estrés, promoviendo una salud integral y un bienestar sostenible.
Cómo gestionar el estrés negativo
El primer paso es identificar las fuentes de estrés es el primer paso para gestionarlo efectivamente en el trabajo. Hay que reflexionar sobre situaciones, tareas o personas que generan tensión. Reconocer estos desencadenantes es clave para tomar medidas preventivas.
Lo segundo que hay que revisar son los límites claros entre la vida laboral y personal. Se debe evitar los correos electrónicos fuera del horario laboral y dedicar tiempo a actividades relajen al personal e incentivar los pasatiempos y el ejercicio.
No hay que olvidar que la comunicación efectiva es esencial para prevenir malentendidos y reducir tensiones. Expresar las preocupaciones de manera asertiva y buscar soluciones conjuntas con los colegas sirven para minimizar el estrés en el ambiente laboral, así como la práctica de técnicas de relajación dentro del espacio ocupacional.
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