La motivación es el motor de nuestro obrar. Se trata de una fuerza capaz de impulsar nuestra conducta y también de sostenerla, señalan las sicólogas María Jesús Rodríguez y Raquel Bonilla en su artículo “La motivación en el mundo del trabajo”.
Las especialistas refieren que en la motivación se distinguen tres elementos importantes y que van unidos entre sí: el objeto que se pretende alcanzar (estímulo); la pulsión o energía básica (respuesta); y el organismo o persona que recibe el estímulo y reacciona con una respuesta concreta.
Las motivaciones pueden clasificarse en dos tipos: fisiológicas y sociales. Las motivaciones fisiológicas tienen su origen en las necesidades fisiológicas del organismo, como sed, hambre, miedo, dolor y placer. Las motivaciones sociales se adquieren durante el proceso de socialización, varían de un individuo a otro y de una cultura a otra: dinero, posición social, prestigio, comunicación, relación, familia, etc. Ambas se van haciendo más complejas a medida que nos interrelacionamos, manifiestan.
La motivación precisa que la persona tenga una disposición interna a querer o desear hacer algo. Por ello, las empresas deben buscar de qué manera puede lograr que sus empleados deseen trabajar mejor. En general, existe relación entre productividad-rendimiento del trabajador y clima laboral.
Hay dos factores que influyen en la conducta de los trabajadores y que a su vez están relacionados: las características del trabajo, que se refieren tanto a las de la tarea en sí misma como a las del contexto que la rodea; y las características del individuo, porque cada persona tiene razones diferentes para trabajar.
Si los objetivos y metas que nos proponemos no se alcanzan, sufrimos una frustración. Toda frustración es una motivación no satisfecha, precisan María Jesús Rodríguez y Raquel Bonilla. Los elementos que intervienen en el proceso son la necesidad o deseo que vive e influye en una persona concreta; el impulso necesario para cubrir la necesidad o el deseo de la persona; el obstáculo que impide alcanzar el deseo u objetivo; y la frustración que nace cuando el deseo no ha sido conseguido.
Ante una frustración, las personas reaccionan de manera distinta, dependiendo de las circunstancias y de experiencias pasadas. Entre esas reacciones, las sicólogas señalan tres fundamentales:
- Primero, la adaptación a la nueva situación, lo que permite convivir con la situación o modificarla en la medida que resulte lo más satisfactoria posible.
- Segundo, la adopción de una actitud conformista. Conlleva un empobrecimiento del comportamiento que evita una actitud de búsqueda activa de soluciones ante situaciones conflictivas, molestas e incluso dolorosas.
- Tercero, la aparición de trastornos psíquicos o de comportamiento, como ansiedad, agresividad, depresiones, fobias, manías.
Las situaciones laborales desagradables, que producen malestar o descontento, crean un clima laboral tenso para el trabajador y para aquellos que se encuentran a su alrededor, advierten las psicólogas.
El interés fundamental de las empresas debería radicar en que cuanto menos elementos frustrantes haya en el proceso laboral, mayor será la satisfacción de los empleados y, consiguientemente, la producción será mayor.
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