El exceso de trabajo, llevar un ritmo demasiado acelerado o la presión laboral pueden acabar afectando al apetito, y, en consecuencia, generar cambios poco recomendables en los hábitos alimentarios, como, por ejemplo, comer de manera poco saludable, de forma excesiva o hacerlo compulsivamente, alterándose con ello el bienestar del trabajador.
Así lo ponen de relieve desde Egarsat, mutua colaboradora con la Seguridad Social, destacando que estos desórdenes, derivados del estrés, a su vez actúan como desencadenantes de estrés interno, retroalimentando el proceso.
Es decir, cuando nuestro cuerpo no recibe los elementos nutritivos esenciales (proteínas, carbohidratos, lípidos, vitaminas, minerales y agua), se produce en el organismo una carga adicional de estrés que impulsa a mantener hábitos alimentarios poco saludables.
La clave para romper este círculo vicioso y ayudar a la regulación del estrés es, tal y como apunta Egarsat, cuidar la alimentación ajustándola a la actividad laboral desarrollada.
Con este objetivo, la mutua recomienda tener en cuenta los siguientes aspectos:
1. Alimentos que aumentan los niveles de cortisol. El cortisol es una hormona que se libera en momentos de estrés para adaptar el organismo ante una situación de amenaza. Sin embargo, la liberación constante de esta hormona -por ejemplo, por estrés laboral-, produce cambios en los hábitos alimentarios porque estimula el apetito y los antojos de alimentos ricos en carbohidratos y grasas.
A su vez, los azúcares refinados (pastelería), los carbohidratos simples (azúcar) y las grasas saturadas (frituras), aumentan los niveles de cortisol, generando un círculo que se retroalimenta.
Para mantener los niveles de cortisol controlados se aconseja consumir carbohidratos complejos ricos en fibra (pasta y arroz integral) en vez de carbohidratos refinados (pastelería) y alimentos ricos en grasas mono y poliinsaturadas (pescado azul; frutos secos como nueces, almendras, aceite de oliva) en lugar de grasas saturadas (carnes grasas, mantequilla).
2. Café, té, bebidas energéticas y chocolate. Contienen sustancias estimulantes del sistema nervioso (cafeína, teína…), que, consumidas con moderación, ayudan a combatir la fatiga y la somnolencia. Sin embargo, en momentos de estrés se suelen consumir de forma excesiva, provocando efectos perjudiciales como el aumento de la presión arterial, insomnio e, incluso, temblores. Además, la cafeína estimula la secreción de cortisol.
3. Agua. Es habitual disminuir la ingesta de agua en momentos de estrés, llegando a niveles de deshidratación corporal. Sin embargo, hay que tener en cuenta que, ante la deshidratación, el cuerpo vive una situación de estrés que provoca un aumento de los niveles de cortisol.
4. Número de comidas diarias. Saltarse alguna comida es otro hábito que tienen muchas personas cuando están sometidas a estrés. No obstante, es fundamental realizar todas las comidas del día para interrumpir el círculo del estrés.
Cada trabajador deberá planificar sus ingestas en función de su horario laboral. Es aconsejable realizar entre 4 y 5 comidas diarias, de forma que se repartan adecuadamente los nutrientes y la energía durante la jornada. También es importante no llegar a la mesa con hambre excesiva para evitar comer compulsivamente, otra de las reacciones comunes ante el estrés.
Es importante recordar que una alimentación adecuada y controlada, lo que actualmente se conoce como ‘mindful eating’, puede ser la herramienta más potente y eficaz para afrontar y prevenir el estrés laboral, y, de este modo, contribuir a tener trabajadores más satisfechos y empresas saludables.
Fuente. RRHH press
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