El estrés laboral no es un problema que aparece por sí solo y los empleadores no deberían dedicarse a solucionarlo una vez que la productividad se vea afectada. Aunque el concepto sea difuso para algunos departamentos de Recursos Humanos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó una guía titulada «La organización del trabajo y el estrés», que cuenta con varias políticas que las empresas pueden aplicar para prevenir el estrés laboral.
La OMS divide la prevención del estrés laboral en tres frases. El primero es identificar el problema. El estrés suele detectarse a través de la observación de las dificultades que experimenta el trabajador o de sus quejas sobre esas dificultades y los problemas de salud.
El empleador y su equipo deben estar atentos a distintas señales como irritabilidad, agresividad, errores, disminución del rendimiento, aumento del consumo de tabaco, alcohol y sustancias tóxicas, aumento de absentismo y las quejas de los clientes.
«Cuando esas señales coincidan con presiones exigencias laborales excesivas, hay que plantearse la posibilidad de que el trabajador esté sufriendo estrés laboral», señala la OMS.
Luego de la fase de detección, la empresa deberá actuar sobre el problema. Tanto los problemas como la solución deberán estudiarse, definirse y convenirse con el propio trabajador. La reunión dependerá de la disposición del empleado teniendo en cuenta su estado anímico y físico.
Las intervenciones pueden ser individuales (formación, tratamiento médico o apoyo psicológico) o institucionales (redifinición del puesto de trabajo o introducción de cambios en la práctica laboral).
Finalmente, la empresa deberá tener un registro minucioso para evaluar el progreso del trabajador. Este deberá ser preciso con referencias a hechos y datos objetivos, sin incluir opiniones o puntos de vista. «Las medidas propuestas y las razones para su adopción deberán convenirse entre las partes siempre que sea posible y quedar registradas», añade la OMS.
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